El 28 de mayo, a las 13:00 horas tomaba posesión de su cargo de Magistrado de la Sala Cuarta del Tribunal Supremo el Profesor Sempere Navarro, en la sede del propio tribunal.
Todos las personas cercanas a Toño allí presentes sentimos una cierta emoción cuando se le quebró ligerísimamente la voz, una breve inflexión pero sentida en el silencio de la Sala, en el momento de su promesa. Culmina para él una vida dedicada al Derecho, profesión catedraticia vivida con una intensidad, pulcritud y dedicación digna de admiración. Ha visto todos los prismas posibles del derecho del trabajo, ha escrito todo lo que se puede escribir... Pero yo no voy a hablar aquí de su obra académica... Aunque la conozco y la aprecio no es este el lugar para ello, ni la entidad de sus aportaciones merece la poca relevancia pública que tiene este blog...
Este es el lugar para hablar de otra cosa, de otros saberes del Profesor Sempere. De su capacidad para coordinar personas, y para agradecerle públicamente la multitud de cosas que en este sentido se le deben, y yo particularmente. No se trata de una impostada admiración, quien me conoce, aunque sea poco, sabe que odio los pelotas, los enchufados y demás chusma arribista. Nada más detestable que los que se visten con el traje de la independencia para hacer precisamente lo contrario: búsqueda de atroches, caminos alternativos de una sola dirección -la suya-, y favores personales, académicos, políticos, etc...
Pero con la misma intensidad hay que decir que el agradecimiento es una virtud poco tratada en esta sociedad actual, y no digamos en la vida académica, donde el peligro de que el ombligismo propio te impida el reconocimiento ajeno es divisa de comportamiento de muchos expendedores de docencia, que no Profesores Universitarios.
Del profesor Sempere, desde que le conocí, he apreciado (e intentado aprender) tres virtudes que tiene en el arte de montar equipos, de coordinar grupos de trabajo.
Es de una sinceridad brutal; es cooperador activo cuando entiende que esa es la fórmula para sacar algo adelante; y se comportan siempre de la misma manera y con idéntico trato a todas las personas en las mismas situaciones.
Tres virtudes tan fáciles de enunciar como difíciles de tener y practicar.
Su sinceridad se basa en dos pilares, la honestidad consigo mismo y con los demás, y en la verdad. Es honesto porque no miente, ni dice medias verdades, ni endulza situaciones. Si le preguntas qué opina de tal o cual circunstancia, problema o evento, va a darte su opinión. Su opinión real, la que él entiende que es lo que se debe hacer. No la que estratégicamente conviene, a él o los demás. Te diría qué haría él, pero ni te impondría su parecer obviamente, ni siquiera, y esta es la honestidad intelectual absoluta, entendería que estas equivocado si lo haces de otra manera, distinta a la suya... Y tampoco va a reprocharte que finalmente no hayas seguido su consejo...
Si le preguntas algo de forma directa ten por seguro que te va a dar su opinión, y si no te gusta su respuesta... pues no hubieras preguntado, porque si le preguntas es para obtener una respuesta, no una pasada de mano con el lomo, ni una respuesta edulcorada.
Su verdad se basa en el ejemplo, y eso es trascendental para quien coordina grupos de trabajo, por difuminados que se encuentren como es el nuestro, que abarca una cuarentena larga de profesores de muchas universidades...
Es cooperador activo. No impone su criterio, escucha la opinión de todas las personas que tengan algo que decir en tal o cual proyecto, y asume que la visión de los demás es tan importante como la suya. Pretende integrar de forma activa todas las perspectivas para el que resultado final sea auténticamente de conjunto. Ello fomenta las claves identitarias del grupo, lo cohesiona y hace que las inevitables fricciones cuando trabaja mucha gente no deterioren o agrieten la química interna del colectivo.
Y siempre se comporta con idéntico criterio para idénticas situaciones para con todas las personas. No he apreciado, oído o sentido que en las mismas circunstancias y situaciones privilegie tal o cual solución de forma arbitraria o caprichosa. El consejo que te da hoy es el mismo que dará mañana a otra persona que se encuentre en similar situación. Pocos privilegios ahí aquí. Es nítido y claro, y eso se agradece. Nadie puede llevarse a engaño con él, nadie. O no ser que seas un necio, o tengas prefigurada su actuación con independencia de lo que te vaya a decir... Pero en este caso no estás buscando consejo, sino excusas. Y eso no va con él.
Es de suyo persona dada a escuchar. Siempre he intuido que disfruta más con el escuchar que con el hablar. La conversación con él es de pocas palabras pero con reflexión, pausada y amena. Siempre está dispuesto a escuchar, para cuestiones académica y profesionales, e incluso personales, sin inmiscuirse demasiado si no le das pie a ello. Y habla siempre con la calidez de sentir que en ese momento lo que está tratando contigo es lo más importante... Nunca es banal o superficial su trato...
Trabajar con él, en su grupo, a su lado, bajo su organización... llamémosle como queramos, es un auténtico privilegio en una Universidad que se está yendo por el sumidero de la estulticia, del perfil bajo, y del buenísimo ñoño, y creo que es digno de consideración reconocer el esfuerzo que le supone al Profesor Sempere el mantenimiento de grupos como el nuestro.
Sé que poco va a cambiar. Toño además de su labor como Magistrado seguirá haciendo actividades académicas y universitarias. No me cabe duda.
A nivel personal qué voy a decir... que no sea público y notorio. Para mi es el Maestro que por circunstancias de la vida no tuve en mis primeros años de formación... Qué suerte conocerle y aprender de él. Simplemente, muchas gracias. Espero seguir disfrutando muchos años del privilegio de su magisterio.
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