La precariedad laboral en las condiciones de trabajo se asocia tradicionalmente a un alto grado de siniestralidad laboral. Estudios sobre esta cuestión hay varios, y de gran calidad. Pero todos ellos se conducen por idéntico camino, y llegan a las mismas o muy parecidas conclusiones: mayor grado de precariedad laboral conlleva un más alto grado de siniestralidad laboral.
Sin embargo lo que no estaba tan claro es la relación existente entre crecimiento económico, en nuestro caso recuperación económica, y siniestralidad laboral. Y, al parecer, los estudios recientes demuestran que efectivamente también hay una relación muy directa entre el crecimiento económico y la siniestralidad. laboral en nuestro ordenamiento laboral. La conclusión puede ser intuitiva para países en vías de desarrollo, pero no es un axioma a considerar infalible para ordenamientos laborales evolucionados.
Asepeyo acaba de publicar un estudio que ofrece datos muy clasificadores al respecto, entre los que destacan los siguientes:
- La tercera parte de los accidente laboral los sufren trabajadores con menos de un año de antigüedad en la empresa.
- El índice de accidentes de trabajo por contingencias profesionales con respetado mortal subió del 4,3 % al 9,1 % en los años de la crisis económica.
- En 2015 se produjeron 500 fallecidos en jornada laboral, en enero de 2016 ya suman 51, 24 más que el año anterior en las mismas fechas.
- De 2005 a 2012 los índices de incidencia de los accidentes con baja laboral describen una clara línea descendente, de 6.012 a 2.849, y en términos absolutos se pasa de 890.872 a 408.537 solamente tomando como referencia los accidentes propios, no lo acaecidos in itinere.
- A partir de 2013 la tendencia cambia: en 2013 se produjeron 404.284 accidentes, en 2014: 424.625 accidentes, y en 2015: 449.223 accidentes.
La conclusión parece muy intuitiva, la reactivación del empleo, el incremento en la necesidad de mano de obra empuja la contratación de trabajadores en condiciones precarias, lo que se traduce en un directo incremento de la siniestralidad en el trabajo.
La clave explicativa del fenómeno radica en entender que la formación en los contratos precarios es de menor calidad (y probablemente cantidad), y ello provoca que muchas personas que acceden por primera vez a un empleo no reciban el mínimo de formación necesaria para desarrollar con garantías de seguridad un empleo.
De los 80.000 accidentes que analiza el estudio correspondientes a 2015 se comprueba que un 35 % de ellos los sufrieron trabajadores con una antigüedad menor al año en la empresa, trabajadores recién llegados al mercado laboral. Aunque no descienda al dato, probablemente más de la mitad de ese 35 % se produjeron en los primeros meses de actividad laboral. Sería interesante la desagregación de ese dato por meses de antigüedad en la empresa.
Los estudios concretan que más del 50 % de los accidente totales se producen en los primeros tres años de actividad laboral. Es decir, el 50 % de los accidentes se concentran en los momentos iniciales de actividad laboral, apreciándose claramente un dato muy significativo: que cuanta más antigüedad tiene el trabajador en la empresa menor siniestralidad sufre, y que éste se concentra en los trabajadores de menor antigüedad. Aquí más que nunca la antigüedad es un dato a tener en consideración. Porque la siniestralidad con más de 20 años en una determinada empresa se reduce a un 5,7 %, lo cual, dicho sea de paso, desmonta, al menos en parte, la creencia (falsa) de que con mayor edad se sufre mayor siniestralidad laboral. Seguramente el hecho de estar formado, acumular años de formación específica en el puesto de trabajo, formación específica en prevención de riesgos laborales y práctica profesional aseguran una mayor protección previa frente al accidente de trabajo.
Los expertos detectan que la mayor incidencia de la siniestralidad se produce, esencialmente, por la utilización de modalidades contractuales precarias que carecen de formacion. El mercado experimenta una necesidad de contratación de trabajadores, una necesidad de mano de obra, lo que se traduce en una directa contratación de trabajadores. El problema es que la manera más fácil de contratar a trabajadores es en las modalidades más precarias, las que menos formación despliegan. Lo que se traduce en una ecuación muy gráfica: demanda de actividad laboral + contratación de trabajadores precarios = incremento de la siniestralidad laboral.
Es decir, la salida de la crisis económica se hace a costa de emplear mecanismos de contratación laboral poco estables y frágiles.
Algo no debemos estar haciendo bien para que este sea el único modelo posible para crecer económicamente, para recuperarnos de la crisis económica. Si todo el beneficio añadido al crecimiento económico se traslada hacia una contratación precaria no se saldrá de la crisis económico con sistemas redistribuidos de los beneficios de dicho crecimiento económico. El escenario ideal sería totalmente el opuesto, que la salida de la crisis conllevase la creación de un tejido laboral contratado en condiciones de calidad. Pero nada de eso parece deducirse del informe.
La conclusión evidente: la recuperación lo será a costa del sacrificio de los derecho de los trabajadores, esconde y oculta un problema mayor, de mayor calado: la recuperación económica lo es a costa de modelos que patrocinan la injusticia laboral, ya que las capas más desfavorecidas no experimentan las bonanzas de la recuperación económica. No se proyecta la recuperación económica hacia las personas más necesitadas, las que subvienen a sus necesidades y las de su familia con el salario que obtienen de un empleo asalariado.
Qué hacer y cómo hacerlo es cuestión difícil de concretar…
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